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Héctor Zúñiga, el que contaba historias cantando


Don Héctor Zúñiga (1913 - 1994) fue un compositor costarricense, oriundo de la provincia de Guanacaste.
Fue un hombre apasionado, así lo describen las personas que tuvieron la oportunidad de compartir con él. 
Zúñiga era amante de su pueblo Liberia y así lo evidencia en las letras de sus canciones.
De su obra creativa podemos deducir su gran minuciosidad y capacidad de observación. En sus canciones narraba con detalle, experiencias personales que vivió en su entrañable ciudad blanca. 
Don Héctor Zúñiga componía para sí mismo, para su deleite personal y no para comerciar con su música, ni para darse a conocer. No obstante, sus canciones son parte del folclor costarricense y sus melodías han perdurado y seguirán siendo parte del acervo cultural costarricense.
El repertorio del maestro no se limita únicamente a “Amor de temporada”, “El huellón de la carreta” y “El burro ‘e Chilo”, que son sus canciones más reconocidas y que forman parte del repertorio tradicional costarricense. Hay muchas otras obras musicales que detallan experiencias y costumbres de la vida cotidiana y de su pueblo.
Su repertorio incluye canciones que cuentan historias propias del quehacer ganadero en  La Pampa Guanacasteca. Puedo mencionar: “Amaneció en la hacienda”, “La muerte del Sabanero”, “Están yeguando”, entre otras. En ellas se describe el día a día de la vida en la hacienda en la Pampa, que se vuelve un personaje más en la obra de Zúñiga. También muchas de sus obras nos hacen recordar las fiestas en Liberia y es importante mencionar que una de esas canciones alude a la muerte del legendario montador Camilo Reyes.
Estas composiciones dejan en evidencia el conocimiento que tenía don Héctor Zúñiga de la actividad ganadera, la figura del sabanero, la vida en la hacienda y, especialmente, ese Guanacaste con sus polvazales, la cilampa, los gallos mañaneros, la brisa que refresca la llanura, ricamente recreadas en su “Visión de la Pampa”. Es oportuno resaltar que muchos de estos temas cuentan con patrones rítmicos alegres y vivaces, con los que el compositor recrea el espíritu espontáneo y alegre del guanacasteco; recordemos que las fiestas ganaderas en Guanacaste han sido durante décadas una tradición para el disfrute de los y las costarricenses.
Según conversaciones que tuve en una oportunidad con una sobrina de don Héctor, ella  recordaba que una vez lo encontró en la estación del tren a Puntarenas; se sorprendió al verlo ahí solo, esperando a que abrieran las puertas para poder subir; cuando ella le preguntó la razón de su viaje, la respuesta fue: “Es que estoy haciendo una canción y necesito viajar otra vez en el tren para terminar unos detalles que me faltan”. El fruto final de tal travesía fue la canción: “El tren a Puntarenas”, que encierra de manera jocosa y con un lenguaje costumbrista, la aventura que en los años 60 significaba viajar al Puerto.
Zúñiga tiene un amplio repertorio, otra de sus canciones interesantes  es la que está dedicada al Valle de Orosi. A ritmo de vals, hace honor a una tierra por la que sentía especial aprecio. Don Héctor escribía sobre sus propias experiencias; no era un hombre que se conformara con escuchar lo que otros le contaban, sino que él mismo necesitaba observar, escuchar, tener su propia vivencia para poderla plasmar en sus canciones. Así lo hizo con este tema, con una métrica de ¾, con unos cuantos acordes de acompañamiento y junto con la letra, nos trasladan hacia esa hermosa zona de Costa Rica. Don Héctor era un pintor que valiéndose de la música y la poesía, dibujaba hermosos paisajes.
Su sobrina revela que Zúñiga no sólo fue músico, también era ingeniero agrónomo y aficionado al Polo; por lo tanto, algunas de sus tonadas cuentan historias relacionadas con este deporte. 
Según sus parientes también era aficionado a los juegos de palabras, “Yo esperaba ansiosa a que llegara tío Héctor, era divertidísimo, siempre inventaba chistes y juegos de palabras, me encantaba”, me lo hizo saber uno de ellos. Tales juegos también fueron incorporados en algunas de sus canciones, por ejemplo “Una boda en Tilarán” contiene frases como: “se casa Luis Zamora, dicen que con Luisa Mora” o “y dicen que va Celina la que siempre me importuna”. 
Don Héctor afirmaba que los temas preferidos para componer eran aquéllos relacionados con motivos regionales, en los que narraba vivencias de un pueblo.
Resulta de interés hacer notar, en relación con la figura de don Héctor Zúñiga, que no fue músico de profesión; de pequeño aprendió a tocar violín con el profesor Manuel Royg y luego en San José recibió clases de música con José Daniel Zúñiga (compositor de Caña Dulce) y con Jorge Sáenz Cordero. “La guitarra vino como un accidente, como una necesidad”, dijo Zúñiga en una entrevista que le realizara el escritor liberiano Miguel Fajardo a inicios de los 90.  Y en esa misma entrevista expresó: “Yo supe que era compositor cuando el público me empezó a llamar así”. 
Las canciones que grabó reflejan la sencillez y autenticidad del ser costarricense. Con un acompañamiento simple de su guitarra y una voz gastada por los años, pero apasionada, dejó un legado musical para deleite del pueblo.

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